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CITA CON LOS ÁNGELES

El 5 de marzo el profesor, Juan Sebastián Cobos, nos dio la indicación de hacer una etnografía a un lugar nunca antes visitado. Muchos sitios pasaron por mi cabeza, como un centro psiquiátrico, una cárcel, incluso hasta un cementerio, pero el último era el menos probable porque yo le tengo mucho respeto a las almas, y tengo que admitir que un poco de miedo también. 

Hablé con mi compañera Daniela Saavedra, alias Darna, y le dije que si íbamos donde una señora que lee las cartas de los ángeles, a lo que me respondió que sí, que era algo diferente y especialmente, nunca antes hecho por alguna de las dos.

Ese mismo día me contacté con una amiga llamada Isabella, quien tenía el contacto de esta señora. Ella ya me había dicho que meses atrás había ido a que le leyeran las cartas porque estaba en una tuza muy brava, por su ex, y la verdad no sabía que hacer, entonces fue donde Sara (así se llama la que lee las cartas y se comunica con los ángeles)  y en las cartas le dijo “uy nena, veo otra mujer en el mes cinco”, mi amiga quedó en shock y le dio el nombre de una posible moza, y ella le respondió que en efecto, era ella. Después Isabella me contó que le escribió a su ex para reclamarle por qué hizo eso y por qué nunca le dijo, él le respondió porque estaba borracho, bla bla bla, típica excusa de un hombre infiel. El punto es que Sara fue demasiado acertada con lo que le dijo a mi amiga y por eso decidí ir con ella a ver qué me decía a mí.

Luego de que mi amiga me mandara el contacto, en seguida le escribí y acordamos la cita para ir allá. Sara me dio el precio de la “consulta”, que eran 70 mil pesos. Debo admitir que no me pareció nada costoso, a diferencia de otras personas que cobran mucho más dinero y no son tan buenas en eso.

Al principió que cuadré la cita para vernos, estaba muy ansiosa y nerviosa porque tenía miedo de las cosas que me fuera a decir y me empecé a hacer películas en mi cabeza donde ella me decía como “vas a fracasar en la vida”, “tu novio es la persona más infiel que me han salido”, “vas a morir tal día”, o cualquier otra predicción que me haga sentir mal, y aún más sabiendo que ella era bastante acertada con lo que decía. Por esta razón hable con Isabella y le escribí lo siguiente:

-Ella no te dice cosas malas? O sea, solo si tú quieres, si?

- Pues, no te va a decir “te vas a morir mañana”, pero si te dice como, “ojo con el trago que no te va a llevar a cosas buenas”, vainas así, es más como previniendo. Respondió mi amiga.

En ese momento quedé un poco más tranquila, pero aún así con la incertidumbre de lo que Sara me fuera a decir sobre mí y mi vida.

Llegó el día…

El 22 de marzo, a las 5 y 30, teníamos la cita Darna y yo. Era un jueves, que por lo general salíamos a las 4 de la tarde, después de tener una entretenidísima y cautivadora clase de Core, en donde casi colapso por las ganas de dormir que tenía.

Salimos de allí directamente para Bogotá, pero antes tenía que parar a la casa de mi novio, porque en el sitio donde nos encontraríamos con Sara, no había parqueadero, entonces iba a dejar mi carro allí.  Waze, marcaba 52 minutos hasta la casa de él, y así fue. A penas llegamos pedimos el Uber, porque estábamos preocupadas de que fuéramos a perder la cita por el tráfico de Bogotá; el carro llegó a los 8 minutos.

Durante, el trayecto estuve imaginándome cómo era el lugar. Pensaba que iba a ser como en las películas, ese típico sitio oscuro, que es como una carpa negra decorada con imágenes de estrellas, lunas y demás astros, donde hay una mujer con un turbante en la cabeza, como Piedad Córdoba, con muchos anillos en las manos, accesorios por el cuerpo, y que está sentada, con una mesa al frente llena de velas y una bola de cristal morada la cual acaricia con sus manos. Un poco ficticio, pero sin exagerar pensaba exactamente eso, prejuicio que se me quitó a los 2 minutos de entrar ahí.

Al llegar al lugar, ubicado en la 94 cerca de Rio Negro, Darna y yo nos dimos cuenta de que el sitio era un barrio feo, con estructuras viejas, la pintura desgastada, tiendas de barrio y también que había una probabilidad muy grande de que si salíamos tarde, podríamos estarle dando un “papayaso” a los ladrones. Sin embargo, a donde íbamos a entrar era un edificio moderno por su infraestructura, la cual no era en ladrillo, sino en piedra beige, con los bordes de las ventanas y las puertas en metal negras. Le escribí a Sara y ambas nos bajamos del Uber lentamente, revisando el perímetro para evitar cualquier robo.

Timbramos, esperamos un minuto más o menos mientras hablábamos con Darna de una situación hipotética de robo, y de lo nerviosas que estábamos por entrar y lo que nos fuera a decir. Abrió Sara, y la saludamos; no se demoró ni un segundo en decir que no estuviéramos nerviosas, especialmente mi amiga, que dejara de estresarse por bobadas, en seguida miré a Daniela, abriéndole los ojos haciéndole entender como “wtf, te leyó en un segundo”, y ella me devolvió la mirada impactada también.

El sitio quedaba en un cuarto piso, y a penas abrió la puerta pude ver un sofá negro, con cojines, revistas y lámparas en una mesita al lado del sofá, un mueble transparente con productos de cuidado para la piel o pelo, pero lo que más me llamó la atención fue el televisor en donde pasaban videos de reggaetón. Ahí mismo pensé que no tenía ni esto 👌 de parecido con lo que yo tenía pensado.


Sara nos preguntó “quién quiere seguir primero?”, yo volteé a ver a Darna y ella se veía el doble de nerviosa, después de que ella le dijo eso, entonces dije “yo quiero”. Sara me guió a donde tenía que ir, y a penas entré pensé que era un cuarto de masajes y que tendría que acostarme en la camilla, pero no.

Me senté en la mesa que estaba al frente de la camilla naranja, y vi un tapete pequeño de flores puesto como un mantel en la mesa; encima de él había unas piedras blancas que llamaron mucho mi atención, por lo tanto decidí preguntar qué eran. Sara me dijo que esas piedras las estaba usando con el anterior “paciente” que fue allá y que se llamaban Runas. Estas pequeñas piedras hace mucho tiempo las usaban los vikingos para leer el futuro de las personas, "pero el futuro no está escrito, cada quien se hace su destino con las decisiones y acciones que hace cada persona", agregó Sara. 

Entretanto ella guardaba las runas, yo empecé a analizar el lugar; además de tener esa camilla naranja, había un sofá y una ventana que estaban justo atrás mío, unas paredes decoradas con hadas y mariposas y la otra solo con mariposas. Sacó una esencia de naranja, para airear el lugar y limpiar la energía del lugar, puso una vela en la mesa y la prendió. 


Puso las cartas de los ángeles en la mesa, las empezó a barajar, y me dijo que yo estaba acá por curiosidad, porque nunca antes había hecho esto y por eso no sabía si creer o no, lo que Sara me fuera a decir. Una vez más quedé en shock porque si era cierto lo que dijo; después continuó diciendo cosas de mi, que me iba a ir del país muy pronto, a algún lugar de Europa, que mi mamá iba a tener cambios muy positivos en el trabajo, al igual que mi papá, que un viaje planeado se iba a dar (el cual así fue), entre muchas otras cosas.

A pesar de que hubo muchas afirmaciones que acertó, otras no porque tenía que ver con mi estudio y mencionó materias que no veo y no veré nunca, (espero) como lo es cálculo, estadística, microeconomía, o cualquier otra que tenga relación con números.

Mi sesión duró una hora, y la de mi amiga también. Ambas salimos muy contentas respecto a lo que ella nos dijo, porque nos dijo cosas que necesitábamos y que no esperábamos escuchar. Pedimos un Uber para regresar a la casa de mi novio y durante todo el trayecto estuvimos contándonos bastante emocionadas lo que nos mencionó Sara. A darna la recogieron y después yo me fui a mi casa.

Tres días después de ir allá, le comenté a una amiga que se llama Mariana mi experiencia con ella, y pues al ser muy religiosa me dijo que le parecería muy chévere ir allá, pero al mismo tiempo tenía miedo porque no creía que eso fuera de Dios. De hecho, me comentó que habló con un sacerdote y este le afirmó que eso era brujería y del diablo, por esa razón él le aconsejaba que no fuera a eso.  A lo que le respondí que no creía que la lectura de las cartas de los ángeles fuera brujería, sino más bien un don que Sara tenía de comunicarse con ellos y ver el aura, porque no manipuló absolutamente nada (como un muñeco vudú, una pócima para equis cosa, etc.) para que se cumpliera lo que ella me dijo, sino simplemente, yo era quien decidía frente a mi futuro dependiendo de las decisiones que tomara.


Al principio pensaba que todos los que hacían eso tenían un tipo de discurso y con lo que el “paciente” le fuera afirmando se guiarían por ahí, o que simplemente leían el lenguaje corporal de la persona, pero me di cuenta que hay muchas cosas que me dijo las cuales no pueden ser leídas por el lenguaje no verbal o por afirmaciones que yo le hacía, simplemente porque ella era la que la mayoría del tiempo habló. 

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